Universidad de Jóvenes Emprendedores y Creativos

Doce cosas que hubieses deseado saber antes de cumplir 40

93 0 11 junio, 2018

Jóvenes impulsivos que no piensan en el futuro ni en las consecuencias de lo que hacen. ¿Es un lugar común? Parece que no, que el mito tiene una explicación neurobiológica. «En la juventud, y sobre todo en la adolescencia, el cerebro está en continuo desarrollo y maduración», explica Juan Carlos Portilla, vocal de la Sociedad Española de Neurología. «Las principales características neurobiológicas, con respecto al cerebro del adulto, es que en este período están más desarrolladas las áreas cerebrales emocionales mientras que otras, como las áreas que facilitan un mejor control de impulsos, alcanzan su madurez definitiva en edades más avanzadas».

De ahí el famoso «¿en qué estaba yo pensando?» que a menudo aplicamos para cuestionar las decisiones que tomamos de jóvenes. Pero ¿cuándo somos realmente maduros? Puede que nunca. «La neuroplasticidad cerebral permite un desarrollo constante y adaptativo de las funciones cerebrales», apunta Portilla. «Es difícil establecer una edad de madurez cerebral».

En todo caso hemos establecido una frontera (los 40 años) en los que, al menos, la vida nos ha enseñado algunas cosas como para tomar buenas decisiones. Y hemos reunido una serie de aprendizajes que solo llegan con los años y los errores. Nos han inspirado experiencias propias y ajenas. Posiblemente te veas reflejado en alguna. Si no es así, es que aún eres demasiado joven.

Ojalá no hubiese perdido el tiempo intentando cambiar a alguien

Solo con la edad comprendí que a menudo intenté cambiar a otra persona cuando el error no estaba en ella, sino en otra circunstancia o incluso en mí. Hay que aceptar a la gente como es y, si no nos hace felices, la solución no será intentar adaptarlas a nosotros, sino no estar a su lado. Eso sí: los estudios aseguran que aunque una persona no puede cambiar rasgos fundamentales de la personalidad de su pareja (ser irritable, compulsivo, vago o rencoroso), sí puede cambiar pequeños hábitos que entorpecen la relación. En ese sentido, ánimo con ello.

Ojalá no hubiese estado tanto tiempo en aquel trabajo que odiaba

Sí, a veces fue por dinero –¿quién no necesita pagar facturas a fin de mes?–, pero muchas veces también fue por miedo. Fue porque me llevaba bien con mis compañeros y eso hacía que mereciese la pena el resto. Fue porque, vaya, la oficina me quedaba muy cerca de casa y había otro trabajo que me gustaba mucho más, pero no quería pasar por la media hora de transporte público todos los días. Fue porque me sentía profesionalmente anquilosado y tenía pavor a empezar de cero en otro sitio, temeroso de que todo lo que sabía se me hubiese olvidado ya tras tantos años sentado en el mismo escritorio. Cuando por fin lo hice descubrí que era facilísimo, que necesitaba aquel cambio de aires y que fue sencillo adaptarme a un nuevo entorno laboral. Pero siempre deseé que alguien me hubiese explicado eso antes.

¿Y si nos llegásemos a arrepentir de gastar tiempo en las redes sociales en lugar de recorrer el mundo real?
¿Y si nos llegásemos a arrepentir de gastar tiempo en las redes sociales en lugar de recorrer el mundo real? Getty Images

Ojalá no me hubiese pasado tanto tiempo haciéndome pasar por alguien que no soy en las redes sociales

Aprendí que cuando me quité la máscara y empecé a ser yo mismo empecé a tener precisamente lo que buscaba cuando me hacía pasar por otro: likes y seguidores fieles. En medio de toda esa maraña de máscaras que son las redes sociales (y a veces la vida en general), solo al madurar entendí que la gente busca algo lo más parecido posible a la autenticidad. «Parece demostrada la existencia de nuevas adicciones basadas en el uso de las nuevas tecnologías, fundamentalmente redes sociales y aplicaciones móviles», informa Portilla, vocal de la Asociación Española de Neurología. Añade, además, que desde la llegada de los smartphones y las redes sociales «parece que existen cambios en algunas funciones cerebrales, y se intuye un déficit de atención».

Ojalá hubiese dejado antes a aquella pareja que no me hacía feliz

Me resulta increíble pensar cuantos elementos consideré más importantes que mi propia felicidad y estabilidad emocional. Las finanzas, por ejemplo (¿podría empezar yo de cero sin compartir gastos?). La casa (¿me voy a ir ahora que acabamos de redecorar el salón?). El círculo social (¿cómo nos repartimos los amigos? Los hijos (¿nos perdonarán alguna vez que los hayamos traído a la familia para luego romperla?). Los números de algunos estudios recientes son preocupantes: según el libro You can be right or you can be married, solo el 17 % de los matrimonios están contentos con su pareja. Y según The new «I do», las cifras no son mejores: seis de cada diez parejas son infelices y cuatro de cada diez están pensando en romper.

«Muchas relaciones se ven envueltas en un no-entendimiento que en ocasiones tiene que ver con el papel o los roles de género que toman los miembros de la pareja», explica la doctora Elena Requena, experta en sexología y asesoramiento de pareja. «Cuando llegamos a un punto de no retorno en esta falta de entendimiento y pensamos en acabar una relación, nos cuesta salir de ella por una cuestión de hábitos, una sensación de desesperanza, de no poder conseguir lo deseado ni en esa ni en otra relación, y el amor o el cariño que tenemos a esa persona y el miedo a hacer y que nos hagan daño».

Algunos estudios aseguran que solo el 17 % de los matrimonios están contentos con su pareja.
Algunos estudios aseguran que solo el 17 % de los matrimonios están contentos con su pareja. Getty Images

Ojalá no me hubiese preocupado tanto lo que los demás pensaban de mí

Sobre todo porque, a medida que me hice mayor, me di cuenta de una verdad demoledora: los demás no pensaban en mí. Es más bien que yo pensaba que los demás pensaban en mí, que hablaban de mi vida a mis espaldas como si yo fuese una figura mitológica con una vida interesante. Pero nunca fui tan importante. La gente estaba muy ocupada pensando en su vida como para pensar en la mía. Llegar a esa conclusión fue al principio decepcionante: ¿es que entonces mi vida no importa a nadie? Pero luego, cuando me empezó a importar realmente a mí, fue lo más liberador que he vivido.

Ojalá me hubiese cuidado más y desde antes

Todos nos sentíamos invencibles. Todos pensábamos que el alcohol, el tabaco, la sabrosísima comida basura y los tutes que nos pegábamos saliendo cuatro noches cada semana en la Universidad nunca pasarían factura. «En las edades más jóvenes el cerebro está influido por una máxima sensibilidad a la Dopamina, un neurotransmisor que interviene en la toma de decisiones para alcanzar fenómenos de recompensa», nos cuenta Portilla. «En etapas de edad más avanzadas estos mecanismos de recompensa se ven modulados por la influencia de otras estructuras cerebrales, fundamentalmente aquellas que tienen que ver con el control de impulsos y con los procesos de aprendizaje». Esto podría explicar que esas actividades más de riesgo que nos dan placer en edades tempranas se conviertan, con el tiempo, en cenas con amigos, viajes o un vino frente a la chimenea. Todo mucho más sosegado…

Ojalá hubiese disfrutado más del sexo cuando era joven

Estoy casado, quiero a mi pareja y soy feliz. Pero no estoy muerto. A menudo, veo la pasión de esos novios jóvenes y efímeros que se deshacen a besos por la calle y lamento no haber vivido eso de forma mucho más intensa. O sea: haber recorrido más camas, labios y cuellos antes de llegar aquí, a esta apacible y reconfortante rutina. Aunque también tengo muy claro que, si algún día se terminase y mi pareja y yo escogiésemos caminos diferentes, nunca es tarde para volver a todo eso. «En este caso los dictados sociales tienen mucho que ver», explica la doctora Requena. «Cada persona lleva su propio ritmo y no tiene por qué ser en la adolescencia o en la adultez temprana cuando más sexo tenemos que tener y cuando mejor va a ser. Son etapas de exploración, tanto con uno/a mismo/a como con el otro. Eso lleva su tiempo. Muchas veces vemos personas adultas que disfrutan mucho más de sus encuentros eróticos que cuando tenían 25 años».

Ojalá me hubiese gastado menos dinero en tonterías

Salir. Ropa. Tecnología. Caprichos varios. Sí, todo eso me hizo feliz en su día. Saliendo viví aventuras divertidas, la ropa aún la tengo y me recuerda que fui joven, y el teléfono móvil lo necesitaba, qué demonios. Pero todo lo que me ha podido enriquecer emocionalmente lo pierdo en espacio en unos apartamentos cada vez más pequeños: desde hace unos años las minicasas, o sea, los apartamentos de menos de 40 metros cuadrados, hacen furor en España. Y en un espacio tan pequeño cabe preguntarse: ¿se puede saber qué son todos estos trastos y toda esa ropa que he acumulado? En todo caso, parece que la tendencia está cambiando: los millennials gastan hoy menos dinero en posesiones materiales y más en experiencias, como festivales de música.

Ojalá hubiese viajado más antes de ponerme a trabajar

En muchos países, los jóvenes se toman un año sabático para viajar y conocer el mundo antes de iniciar su vida laboral. En otros, el ansia por empezar a trabajar e independizarse o el miedo por quedarse fuera de esa carrera hacen que nos lancemos a la oficina antes que al mundo. Ojalá hubiese viajado más de joven, cuando tenía más energía, cuando me daba igual quedarme en habitaciones compartidas en hostales y tenía más amor por el riesgo. Viajar cambia la forma en la que te relacionas con el mundo y te hace más sabio, humilde y empático. Todas esas cosas son recomendables (y necesarias) a cualquier edad, pero especialmente útiles cuando uno es joven y se está formando una idea sobre la vida.

Viajar cambiar la forma en la que te relacionas con el mundo y te hace más sabio, humilde y empático.
Viajar cambiar la forma en la que te relacionas con el mundo y te hace más sabio, humilde y empático. Getty Images

Ojalá no hubiese acumulado tantas posesiones materiales

Pero de eso solo me di cuenta cuando tuve que enfrentarme a mi primera mudanza. ¿Qué demonios es todo esto? ¿Dónde lo había metido? ¿Cuándo me lo compré y por qué? ¿Y cómo es posible que hubiese olvidado que lo tenía? Los beneficios de un estilo de vida minimalista han sido cubiertos por varios estudios y libros (como por ejemplo los de Leo Babauta). Vivir con pocas cosas nos aporta espacio, nos da una idea de lo que es realmente importante y propone también un continuo y sano ejercicio de autocontrol. ¿Otro Black Friday, más rebajas? ¿Pero necesitas realmente algo más en casa?

Ojalá hubiese votado en todas las elecciones

Según un sondeo de Metroscopia, los ciudadanos de entre 18 y 34 años tienden a votar menos que el conjunto de la ciudadanía. Si el porcentaje de población que votó en las elecciones de junio de 2016 fue del 70 %, en el caso de los jóvenes se reduce al 61 %. Y esa cifra superaba a la de las últimas elecciones (votaron el 58 % de jóvenes en 2011). Nuevos partidos surgidos en los últimos años que acaban con el bipartidismo y captan mucho voto joven están cambiando la situación, pero muchos tuvimos la sensación a esas edades de que la política no era cosa nuestra, de que votar era un asunto de nuestros padres. La crisis y sus consecuencias nefastas sobre la juventud están cambiando esa situación. Pero no hace falta una crisis para saber que somos unos privilegiados por poder ejercer el derecho a voto y elegir democráticamente a quien nos gobierna. Solo hay 87 países en el mundo donde esto se puede hacer de forma transparente.

Ojalá no hubiese esperado que la vida fuese siempre justa

Porque no lo es. Pero uno puede poner su granito de arena para que lo sea en todo lo que esté a su alcance. Y esa sensación hará que el resto de problemas parezcan menores.

https://elpais.com/elpais/2018/03/16/icon/1521203447_800179.html

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