Quien más, quien menos ha oído hablar en los últimos…
Quien más, quien menos ha oído hablar en los últimos…
“Hay que convertir a los niños en protagonistas de su educación” Cesar Bona.
840 0 13 abril, 2015Quien más, quien menos ha oído hablar en los últimos meses de César Bona. Este maestro aragonés que ha sido seleccionado entre los 50 mejores docentes del mundo en la candidatura al Global Teacher Prize, lo que se ha dado en llamar el “Nobel de la Educación”, se ha convertido en todo un fenómeno mediático. Una situación que le ha permitido difundir su concepto de la enseñanza. Para él, lo prioritario es educar en valores, y asegura que algo se está haciendo mal si los niños y niñas tienen que dejar en la puerta de clase la ilusión, la imaginación y la creatividad para convertirse en pseudoadultos que aprenden datos para luego tener que repetirlos.César está encantado con la experiencia, pero responde con un contundente “ni de coña” a la posibilidad de repetir en la próxima edición del premio.
Usted ha sido uno de los cincuenta profesores de todo el mundo seleccionados para lo que se ha dado en llamar el “Nobel de la Educación”. Ahora que ya ha acabado, ¿cuál es su conclusión de esta experiencia?
El Global Teacher Prize no es un fin, sino un comienzo de algo importante. Todo lo que ha llevado consigo el premio ha hecho que se mire la educación de forma positiva, que se reúnan muchos docentes alrededor de una mesa. Cuando terminó la entrega de premios, los maestros que estábamos allí nos reunimos para formar una red global de maestros.
Personalmente, mi selección entre los 50 finalistas ha sido un regalo. Soy plenamente consciente de que esto trasciende y de que hay muchas otras experiencias en España que son maravillosas y que también podrían haber estado allí. Me llena de orgullo pensar que mi candidatura ha contribuido a que ahora se hable en España de educación en positivo y que se valore a los maestros.
¿Cómo surgió la idea de presentarse al premio?
Bueno, esto se remonta a cuando hice una película con alumnos y nos invitaron al festival de cine mudo de la localidad de Uncastillo. Allí conocí a un músico al que encantó la película y nos hicimos amigos. Él fue el que se enteró de la existencia del Global Teacher Prize y me presentó. Yo al principio me oponía, pero él insistió durante semanas y semanas. Al final presentó un vídeo en el que se hacía un repaso por mi carrera y hasta aquí hemos llegado.
Usted es el único español seleccionado entre los 50 finalistas. ¿Cree que eso es síntoma de la situación educativa de España?
No sé cuáles han sido los criterios por los que me eligieron a mí y ni siquiera sé si hubo otros españoles que se presentaran, pero creo que los responsables del premio han tomado a un representante de cada país, para mostrar lo que se hace en todo el planeta.
Por ejemplo, entre los 50 finalistas solo había 3 seleccionados de Estados Unidos, y por lo general únicamente había una persona seleccionada por país. De India solo había una persona, y seguro que en un país tan enorme habrá cientos de proyectos interesantísimos. Yo creo que al seleccionarme a mi hicieron una especie de representación.
¿Cree que se necesita más comunicación entre docentes?
Estoy seguro de que muchos maestros españoles están desarrollando experiencias increíbles; pero, lamentablemente, no sé lo que está haciendo ni siquiera el compañero que tengo al lado. No tenemos tiempo de compartir ese tipo de cosas. No hay tiempo material, porque lo tenemos que emplear en rellenar papeles y hacer trámites burocráticos.
Usted ha dicho en alguna ocasión que el sistema de enseñanza adolece de falta de visibilidad en la sociedad… ¿Cómo se podría mejorar?
En el propio centro de enseñanza se debería dedicar ese tiempo que se emplea en rellenar papeles y papeles a que cada docente compartiera lo que hace y lo que le funciona en su clase. Por otro lado, cada Comunidad Autónoma debería sacar a relucir las experiencias innovadoras de sus docentes y animar a que se hagan este tipo de prácticas.
A lo largo de los años me han invitado a programas de televisión y no se me permitía acudir por no salir de clase. Pero no solo a mí, a muchos profesores de toda España. ¿Cómo vas a cambiar la inercia de la televisión si cuando invitan a maestros a hablar en horario normal no te dejan ir? ¿Cómo va a difundirse un trabajo educativo innovador si no te dejan salir en horario convencional y no a la una de la mañana?
Entonces se comenzarían a ver maestros con buenas prácticas. Los medios son muy poderosos, para mal o para bien. Pues empleémoslos para bien. Profesores que tengan algo interesante que contar que vayan a las televisiones, a los informativos… y veríamos como cambia la inercia en poco tiempo.
Respecto a su pedagogía, ¿qué ventajas tiene emplear estos métodos?
El eje vertebrador de mis clases es un pensamiento muy básico, pero que a lo mejor resulta que la gente ha olvidado: algo estamos haciendo mal cuando un niño o una niña, que son seres cargados de ilusión, imaginación y creatividad, tienen que dejar todas esas cualidades en la puerta de clase para entrar y convertirse en pseudoadultos que deben aprender datos para luego repetirlos. Preparamos las programaciones para que hagan acopio de esa información. Para mí, ser maestro es mucho más que meter datos en la cabeza. Tenemos que educar en el respeto, en la sensibilidad y en la empatía. Tenemos que estimular la creatividad y la curiosidad cada día. Lo que es antinatural es que un niño se siente en el pupitre durante un montón de horas y no pueda ser un niño. Es imposible que puedan estar a gusto y motivados si no se les permite que sean ellos mismos, que creen, que imaginen cosas, que participen.
¿Qué debería ser la escuela?
La escuela debería tener abiertas puertas y ventanas. Debería invitar a los pequeños a que participen en la sociedad. Tenemos que ser conscientes de que los niños no son adultos del futuro, son habitantes del presente. Hay que invitarles a que participen y cambien lo que ellos ven mal. Por ejemplo, hace un tiempo en un cole pasaron un papel a los maestros para ver si se nos ocurría alguna idea para cambiar un parque infantil, y a nadie se le ocurrió preguntárselo a los chavales, que eran los verdaderos usuarios.
Esto es una muestra del modo en que se ve a los niños como seres pasivos. Si los involucramos en la toma de decisiones se harán copartícipes y responsables de su propia educación.
Este planteamiento de educar en valores, ¿encaja con la educación pensada en sacar las mejores notas o con la valoración según los resultados del Informe PISA?
A lo mejor deberían hacer un apartado en PISA para que por fin se valoren este tipo de cosas. Miremos el mundo en el que vivimos, lleno de conflictos, malos tratos, violencia… Todo este tipo de cosas no se están combatiendo en las escuelas; puede haber programas específicos, pero nunca forman parte integral de la programación. Estamos metiendo datos en las cabezas de los niños y el tiempo que sobra lo dedicamos a estos otros temas, pero a lo mejor hay que empezar a educar al revés.
¿Qué se le podría pedir a la Administración para que propiciara este tipo de educación?
Creo que lo primero que hay que hacer es observar los buenos ejemplos pedagógicos que estén llevando a cabo los actuales docentes y propiciar su difusión a toda la sociedad. Las buenas prácticas han de ser conocidas para ser imitadas.
Además, sería imperioso incluir la educación emocional en las escuelas. Para empezar, habría que llevarla a las facultades, de donde salen los futuros maestros y maestras. En primer año de Magisterio habría que impartir una asignatura en la que se enseñara a los propios docentes a gestionar sus emociones. En segundo de carrera tendría que profundizarse más y darles las herramientas para que pudieran enseñar a los niños a afrontar esas mismas emociones. En pocos años, estoy convencido, de las escuelas saldrían personas más respetuosas y resilientes.
En cualquier caso, si hay que hacer cambios, hay que contar con la opinión de los profesionales de la educación y no hacer leyes de espaldas a los docentes.
Si dependiera de usted la política educativa, ¿qué es lo primero que haría?
En primer lugar, pondría “ojeadores” en las escuelas, es decir, personas que se encargaran de ver qué iniciativas pedagógicas interesantes se están llevando a cabo en las aulas. Después haría que esas buenas prácticas se difundieran lo máximo posible, dando la oportunidad de que se compartieran entre los compañeros e incluso, en la medida de lo posible, entre toda la sociedad.
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