Según explica Javier Gallego, hay una prueba irrefutable de la inexistencia…
Según explica Javier Gallego, hay una prueba irrefutable de la inexistencia…
Milagros musicales para cambiar el sistema educativo
372 0 26 junio, 2015Según explica Javier Gallego, hay una prueba irrefutable de la inexistencia de Dios. A pesar de todo, lo que sí parece que existen son los Milagros. Hechos fugaces, esporádicos, inexplicables y sobrenaturales que dejan a cualquiera con la boca abierta.
Así ocurrió en el año 2012 en un colegio público madrileño, el Pío XII, donde una profesora de Educación Artística pensó que había que cubrir el expediente con algo más que lugares comunes y actitud funcionarial.
Ana Molina Hita creó un coro infantil. Eso ocurre en otros colegios, pero ella pensó que la necesidad de tirar de canciones infantiles o de artistas de radiofórmula era tan necesaria como la de tomarse la asignatura como accesoria: ninguna.
Ese grupo de chicas comenzó a empaparse de la riqueza de referencias como Carl Orff, Ennio Morricone, Camarón de la Isla o Kraftwerk. El resultado fue, ante todo, un grupo humano inspirado por la tarea común de crear arte y, como elemento final, un disco que acaba de ver la luz, dos años después, en el sello Club Social.
Para explicar cómo terminó todo así, Ana Molina remite al currículum de sus asignaturas. «Es un documento que habla de competencias de carácter creativo, riqueza cultural, métrica, interpretación, experimentación y hasta de desarrollo de conciencia crítica. Fue diseñado por grandes expertos en la materia también conocidos como administrativos», cuenta disparando sin piedad.
¿Quién podría estar en contra de conceptos como la ‘riqueza cultural’ o la ‘conciencia crítica’? La realidad que se vive día a día en los colegios, claro. «Tenemos 45 minutos de Música a la semana y cerca de 30 alumnos con ganas de mambo. ¿Qué podemos hacer ante este desbarajuste? Sobrevivir», dice sin resignarse.
Además, sufre el escaso apoyo que el máximo responsable del ministerio brinda a ciertas materias. «Tenemos un ministro que habla de “asignaturas que distraen” y una ley educativa que blinda a la Educación Artística y establece una jerarquía de asignaturas abominable».
Ante este panorama, Molina optó por mandar a tomar por saco las sugerencias de los burócratas y apoyarse en lo que ella controla: los valores intrínsecos de la música. «Cogí los ejes en los que se articula la música, que son la percepción y la expresión y aparqué el criterio de los administrativos. No hay más. Hacemos lo que podemos. Y podemos escuchar a Kraftwerk», señala.
Por eso, esa supervivencia es Milagros, un coro de trece niñas de trece años que prefirieron subir media hora diaria a clase a cantar antes de estar en el patio usando Snapchat.
El trabajo, por llamarlo de alguna manera, fue afianzando relaciones, afinando tonos y creando un ente musical tan bien avenido que la grabación del disco parece hasta lógica.
Ana Molina explica el proceso. «La mayor parte de la composición la hice en casa. Mentiría si te dijera que lo hicimos todas juntas en comunión. En cualquier caso, muchas líneas melódicas y arreglos los hicimos en clase, indagando y probando. Nos llevó un curso académico».
Milagros -el disco es homónimo- es un vinilo rosa de 10” con una colección de canciones bañadas de onirismo, decisión y algo de melancolía. Las voces de las niñas, no necesariamente inocentes, se han vestido con pianos y bases electrónicas medidas con cucharilla de café. Son mínimas y justas.
Cuando acabó el curso acabó el proyecto. Sin embargo, Molina no pierde la esperanza de la reunión. Si los Zeppelin lo hicieron… «Me gustaría presentar el disco en algún momento y seguir haciendo música», declara.
Mientras, sigue con una rotunda reivindicación de cambios en la educación pública a través de la enseñanza de disciplinas creativas como la que imparte y de una rebaja en los frenéticos ritmos manejados. «Cualquier cosa que queramos hacer bien necesita tiempo. Necesitamos procesos más largos. En los colegios reproducimos el funcionamiento de una fábrica. Funcionamos de la misma manera que funciona una cadena de montaje. Necesitamos sustituir la prisa y la ansiedad por la atención, la reflexión y la consciencia».
Admite que no es fácil llevar a cabo un proyecto como Milagros. Cada jornada es una lucha. Dice que no quiere caer en el victimismo, pero le cuesta no abrazarlo de vez en cuando. «Estamos llegando a extremos de pobreza muy difíciles de soportar. Me pillas pesimista. Aun así, sería injusto no reconocer la labor en el colegio de muchas personas de principios que están haciendo cosas increíbles en muchos centros, incluidas mis tres jefas, que son tres torres de granito donde apoyo cada decisión que tomo».
Además, la profesora exige que los cambios empiecen en la propia familia. «Empiecen la revolución en casa. Cuiden las ganas de vivir de cualquier niño que tengan cerca. Exijan otra escuela. Apuesten por la pública», pide.
Así, posiblemente, en no mucho tiempo la sociedad mirará atrás en el tiempo avergonzada de lo ridícula que era cuando pasaba totalmente de una formación artística y creativa desde la primera infancia.
Ah, y para que conste, Milagros son Denisia Cionabu, Carolina Feliz, Iman Erradi, Nora El Bouhni, Larisa Sara Iordan, Alicia de la Torre, Bianca Rusu, Lesly Morocho, Ana Paula Maidana, Fatin El Imrani, Adelina Hurduza, Diana Palacios, Yaiza Borja Jiménez y la propia Ana Molina Hita.
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